Estoy de vacaciones, así que puedo escribir harto. Los posteos largos y más a menudo son la orden del día.
Días grises y fríos me han acompañado en este viaje a Chile. Me dicen que traje el frío y la lluvia desde Canadá. Es como raro, porque allá están en verano ahora. O sea, claro, el último invierno fue particularmente crudo…
Pero con todas las cosas que uno puede decir que no le gustan, me doy cuenta de que Chile igual me gusta. A pesar de todo. Me he dado cuenta de ello desde el miércoles pasado, cuando el profesor Clavijo (más conocido como “Chindo”) me dio un ‘tour’ por la Facultad de Ciencias. Una suerte de cabañas (no muy distintas de los “moteles” de Olivos), construcciones de madera, no muy consistentes con la idea que a uno le han metido de una universidad como grandes edificios; pero al mirar por las ventanas uno descubre laboratorios con la mayoría de las comodidades de los laboratorios modernos de investigación, en términos de instrumental.
Por otro lado, está la idiosincrasia nacional, los garabatos, los lugares comunes en las conversaciones, esa familiaridad con la cultura propia, y que muchas veces uno no se da cuenta que está ahí hasta que la pierde. Todo ello hace que a los estudiantes les guste mucho la universidad acá en Chile. Tiene todo un ambiente que resulta acogedor y hasta agradable.
Fue extraño, eso sí, que esta vez me presentara como “él que viene de Canadá”. Plop. No es mentira, pero me hacía sentir como que me daba una importancia que no creo tener. No soy ná mi jefe el profesor Aroca que sí que es un invitado VIP cuando viene. Soy su alumno no más.
El jueves por la noche me reencontré con varios de mis viejos amigos del colegio, y con los que tocábamos en la orquesta, a saber Guillermo, Nicolás, Micho y Claudio. Fue bonito, compartimos unas cervezas, un vinacho… También conversamos montones de la vida y del amol. Hasta tocamos música un ratito; después de todo, estábamos en la casa de Guillermo que ahora está dedicado completamente a su banda. Había muerto Michael Jackson, era la primicia y al principio no la creíamos, porque nos dimos por enterados cuando alguien en la calle le hizo el comentario a Guillermo. Ya no ve mucha tele, tuvo que enchufar la tele, traer el alargador, y tuvimos que ver las noticias a las nueve para cerciorarnos de que era verdad. Hasta cantábamos temas de Michael, desde Don’t stop till you get enough que era el favorito de Nicolás, pasando por cosas como Ben, You are not alone, Black or White o Smooth Criminal.
El viernes fue el turno de la Cristina, compañera de Farmacia, que hace poco entró a trabajar al Laboratorio de Criminalística de Investigaciones. Estaba muy orgullosa porque ese día la habían llevado a un SS (sitio del suceso), y se había tenido que poner uno de esos trajes blancos que le cubren todo el cuerpo y la hacen parecer un Teletubbie, de hecho me contaba que agarraba para el chuleteo a su compañero diciéndole “Hoaaa” y “Ayooosh”. Estaba la prensa en el SS y de hecho salió en la tele, la mostraron en varios canales con su traje de Teletubbie. También le tuvo que tomar muestras al imputado. Por otro lado, cuando llegamos a su casa, la Cristina hizo una pizza que le quedó muy rica. Conversamos harto también, y fue bonito. Estaba también su prima chica Katia, a quien me di el gusto de mostrarle montón de estrellas en el cielo, y el planeta Júpiter, que como a las 11 de la noche ya estaba más alto que la cordillera. Como decía, los cielos nublados me han seguido, y esa ha sido de las pocas noches en que he podido ver con confianza mi lindo y querido cielo sureño. Feliz de volver a ver la Cruz del Sur, el Centauro y el Escorpión, que allá en Canada apenas si lo veo porque queda muy bajo.
A la Cristina también le conté de mi secreto. Es la única a quien le he contado.
El sábado sí que fue “wow”, porque me hicieron la reunión familiar de bienvenida. Había comida para alimentar a un regimiento. Mi tía Sandy se las mandó con una torta (sabor Tres Leches… ¡uta que estaba rica!) que tenía el lindo detalle de decir “Welcome Home”. Estaban el Leo y mi prima la Pame, con su hija (mi sobrinita) la Fran, a quien por fin pude conocer en persona. El nacimiento de la Fran ha revolucionado a la familia, porque hacía rato que no había nacimientos ni casamientos en la familia. Aparte que es tan rica la bebé… Es significativo que el año pasado también me hicieron una recepción, donde mismo, para despedirme, y en aquella ocasión la Pame aprovechó para anunciar de que estaba embarazada y que pronto seríamos tíos. Un año después, es la bebé la que se roba la película de la reunión familiar. Yo le había comprado un pijamita rosado en Loblaws, y se lo regalé al Leo y a la Pame. Sacábamos cuentas, la Fran será la primera que me diga “Tío Ari”. Ese momento tenía que llegar. Es la vida.
Y también estaba mi primito querido el Dany, que trajo el terrible costillar de cerdo, y tiró a la parrilla unos buenos anticuchos. Tuve que comer poquitito de todo, para poder comer de todas las cosas que había. Estoy muy, pero muy agradecido de todos, porque lo pasamos muy bien.
Hay varias fotos de dicha reunión familiar en mi Flickr, Fran incluida.
Ayer lunes retomé una tradición que tuvimos que interrumpir por causa de mi viaje, a saber, las salidas al cine con mi tía Sandy. Fuimos a ver Transformers 2. Ah, y antes de eso, estuvimos dándonos vueltas (como es la tradición) por la librería Antártica, mirando las últimas novedades en libros. Por la tarde estuve invitado junto con mis padres a la casa de la Sra Patty, que es prima de la Sra Quena, la señora que me recibe en Toronto. También estuvo bonita dicha recepción.
Han sido bonitos, a pesar de los días nublados con lluvia intermitente, estos días que he pasado en mi patria. He vuelto a recibir el cariño de mi familia. He comido harto y rico. Son todas esas lindas cosas las que hacen que quiera quedarme.
Pero no debo dejar a medias lo que ya empecé en Windsor.
Debo volver.