Llevo ya seis días de vuelta en mi casa. Por la noche del primer día, mi papá me decía que es como si nunca me hubiera ido. A veces también me da esa impresión. Pero hace frío, hace frío dentro de mi casa y esa es una sensación que hace mucho tiempo que no sentía. He vuelto a comer pan con palta. El domingo cociné arroz para mis viejos, cosa que nunca había hecho antes. Me he reencontrado con mucha gente a la que no veía hace mucho. Montón de sensaciones que hace mucho que no vivía. Otras tantas cosas que sucedieron en mi ausencia, que desconocía y de las que me he ido enterando de a poco. No, simplemente no puedo negar que me fui, que me ausenté de mi patria y de mi hogar por casi diez meses.
Por otro lado, guardo un secreto del que no se puede saber nada. Un secreto en el que aún pienso. En el que he pensado todos estos días. Por ahora, sólo puedo decir que compré una cajita de té de manzana con canela, que pienso llevarme de vuelta a Windsor, para beber en honor de ese secreto. En memoria de todos los secretos que la gente tuvo. Nopilis, Ariel no olvida.
Estos días han sido un poco un “reality check”. Es difícil imaginar que la realidad puede ser de otra forma, pero la verdad es que, ciertamente, las cosas pueden ser distintas, si cada uno pone de su parte. Los deudores habitacionales, Santiago inundado…
Ayer lunes fui de nuevo a la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas. Fue reconfortante saber que al poco rato de llegar (incluso antes de llegar, de hecho, conversé un minuto con Jorge Soto) ya estaba saludando a personas conocidas, y muchas se alegraban de verme. Fui a saludar a la bibliotecaria, la Sra. Ilse, qué simpática ella. También fui a saludar al profe Martín Contreras (el profe de fisicoquímica, que fue mi supervisor de las ayudantías por tantos años), lo que también fue muy agradable. Conversamos largamente con don Martín, quien me recibió de forma muy afectuosa.
Mi ex-jefe, Marcelo Kogan no estaba, se había ido a Barcelona, pero igual pasé al laboratorio, ahí estaba Juan, un muchacho que entró al grupo de Marcelo poco antes de mi defensa, y un muchacho nuevo que llegó después. Conversamos otro rato también. El laboratorio está muy pero muy cambiado respecto de como lo dejé. Hay un recinto bien habilitado con campana de flujo laminar para el trabajo con células, es decir, ya no hay que mendigarle campana al grupo del profe Lavandero (y aguantar los ladridos de sus estudiantes de postgrado). También Juan me contaba que habilitaron completamente el laboratorio que solía pertenecer al grupo del profesor Ernesto González, y que Marcelo heredó, ahora que el profesor González no se dedicará más a la investigación. A ese laboratorio solíamos decirle “el motel” porque está ubicado en un edificio de madera con varias salas de clases que parecen cabañas, y a esas salas les decían “los moteles”, entonces por extensión, ese laboratorio era “el motel”. Sé de dos explicaciones para el mote; una es que esas “cabañas” parecen moteles de playa, y la otra es que por las noches cerca del verano dicen que esas salas las utilizan, a veces, efectivamente como moteles.
Después de conversar con otros variados viejos amigos, a saber la Lile, la Claudia, la Cecy y el Simón, llegó la Karina, con su microempresa de venta de ropa interior de invierno. Me comentaba de su microempresa, que como la empresa constaba, a saber, de ella como CEO y única empleada, no le alcanzaba ni siquiera para microempresaria, ella era una nanoempresaria. Yo le dije: mientras no te conviertas en una picoempresaria, todo ok. Chiste ñoño con el que Karina se rió mucho. Después fuimos a almorzar, ella me había invitado. Y yo cumplí. Fue bonito también, conversábamos de cómo es de diferente el sistema canadiense. Ella me contaba que su hija la Camila había tenido “la porcina”, y que no había sido nada más que una gripe casi como cualquier otra. Le confesé que me sentía en el aire; como puse en mi Facebook, “no soy de aquí ni soy de allá”. No tengo pareja, hijos, nada me ata a ningún lado. Libertad, te amo y te odio a la vez. Me hace acordarme de esa canción que me gusta tanto de Queen, y que me gusta tocar cada vez que encuentro un piano, It’s a Hard Life: “I don’t want my freedom! There’s no reason for living with a broken heart…”
Después de almuerzo, nos encontramos con Ariel Meneses, ahora alumno del doctorado en química. Me agarraba pa’l chuleteo, “seguro que tuviste muchos problemas con el inglés”… “¿no tuviste problemas con el castellano al volver?”. Casi, la verdad; en un momento me dijo que la Ivonne, ex compañera y ahora estudiante de doctorado, tenía que volver pronto, para dar su… Yo inmediatamente supe a qué se refería, pero casi le digo comprehensive, sabiendo que lo que tenía que decir era el equivalente castellano de esa misma locución, es decir “examen de calificación”. No, si he estado mucho tiempo fuera.
(Olvidé mencionar que en la mañana pasé por la biblioteca y encontré a una persona desconocida que me miró y a la que saludé, como acto reflejo, “Hi!”. En realidad cuando compré el tecito, también le dije hi a la cajera… del Líder. Ah, qué lesera.)
El asunto es que llegué a la casa en metro igual, con un sentimiento un poco de vacío en el alma. No he echado raíces en Canadá, y si bien aún puedo encontrar caras familiares y amables en la escuela de Farmacia, es casi lo mismo que el Instituto Nacional en este momento. Representan el pasado; ya no pertenezco allí, aunque parte de mi corazón se haya quedado con ellos. ¿Dónde, pues, está mi lugar dulce?
He pensado en volver a Chile, pero eso aún no está plenamente decidido. He pensado que si vuelvo a hacer clases, me gustaría volver a cualquier parte que no esté en Santiago. Le comenté eso en nuestra conversación al profe Martín, quien me decía que eso tiene ventajas y desventajas. Es mas difícil hacer investigación en provincias, pero de acuerdo con lo que él había observado, exalumnos de nuestras escuelas capitalinas que se han ido a provincia tienden a ascender rápido en la jerarquía universitaria, lo que por supuesto reporta prestigio y mejores sueldos. No sé, la verdad, qué es mejor, y eso es lo que me desespera un poco.
Creo que por ahora, lo mejor que puedo hacer, es seguir el consejo que me daban mis padres: seguir con los ojos abiertos, esperando que se presente alguna oportunidad para mí, y una vez que esa oportunidad exista, tomarla y sacarle el máximo de partido.
7 comentarios:
Secretos?...toda la gente tiene muchos secretos, pero algo relacionado con té, es un tanto extraño. Seguro que tiene que ver con alguien ¿creo?
Sipilis.
Jejejeejeje.. obviamente ese secreto con el té, tiene que ver con alguien, por algo te diste el tiempo de comprar una cajita, guardarla y llevarla de vuelta a Windsor..
Ja! o sea, leí todo el post, pero me entro la curiosidad..
Qué rico es el pan con palta ehhhh.. así que vaya juntando los cuezco para plantar allá un palto jajajaajajaja..
Por cierto, coincido con tus padres, pero al parecer esos 10 meses fuera de Chile, te han dejado con una sensación quizás de no saber donde pertenecer.. Lo bueno, que te adaptas y eso es muy beneficioso cuando no sé sabe para donde ir..
Por lo tanto, siempre atento a las oportunidades, y no es que te quiera echar de Chile, pero, creo que lo tuyo, está fuera de Chilito..
Un gran abrazo!!!
¿Me trajiste un engañito más que sea?
Arielin pirin pin pin!!! OLISSSSS!!!
Paso a saludarte cortitoo, espero que todo esté de maravilla en tú casita y que estés disfrutando al máximo tú visita en Chile.
Leí el post... el famoso té :)
Eres un Amor...
Besitos y TKmuchito
Anto
Y mi respuesta ah?
Siempre a la anónima hay respuesta...
Sorry Ani ^^
Si andas por Stgo en estos días, podría ser... igual tengo un llaverito por ahí que te podría regalar. También un jockey de la U de Windsor.
Saludos.
Jajajajaja.. no gracias...
Me gustan los "engañitos" cuando fueron pensado para la persona, no por que me sobro algo por ahí ;)
Yap.. besos..igual te estimo
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