jueves, 28 de febrero de 2008

La termodinámica de la voluntad - parte 2

Aquí continuará el posteo ñoño publicado el lunes. El concurso del nombre del blog sigue abierto. Como era de esperarse, la explicación de Nicolás me hizo reír mucho, y es seria contendora al título de la más ingeniosa.

Volvamos a las ñoñerías.

Iba diciendo que la entropía no tiene una interpretación molecular tan obvia. La energía interna, en ausencia de campos, es la energía total. La entalpía (otra magnitud que no mencioné en el post anterior), a presión constante, se identifica con el calor, lo que se traduce en aumento/descenso de la temperatura, y la teoría cinético-molecular de los gases interpreta la temperatura como movimiento de las moléculas. Pero la entropía queda sin interpretación.

El primero que propuso una interpretación fue un caballero súper habiloso que se llamaba Ludwig Boltzmann. Se dio cuenta de que la entropía era la medida de la probabilidad de un estado del sistema. Como mencioné en el párrafo anterior, a mayor temperatura, mayor agitación de las moléculas. Pues bien, si un cuerpo caliente entra en contacto con otro frío, las moléculas del cuerpo caliente comienzan a golpetear a las del frío. Con lo que las moléculas del cuerpo frío empiezan a moverse. Es mucho más probable que las moléculas del cuerpo caliente golpeen a las del frío que a la inversa. Hasta que se alcanza el equilibrio térmico, que es cuando la probabilidad de que las moléculas de un cuerpo golpeen al otro se hacen iguales. Esto sucede cuando ambos cuerpos alcanzan la misma temperatura. El equilibrio termodinámico corresponde a la distribución más probable de la energía.

Ahora bien, el aumento de la entropía del universo dictado por la segunda ley, también significa un aumento en el número de estados posibles. El evento, en definitiva, que se producirá, será el más probable. Pero de todos modos aumenta el número de estados probables. Y es irrevocable: el tiempo no retrocede, porque si miramos hacia atrás en el tiempo, nos daremos cuenta de que el universo más antiguo tiene menos estados probables. Para que las moléculas de los cuerpos tibios del caso anterior volvieran a ser uno caliente y uno frío, tendríamos que vencer la línea de las probabilidades, lo cual no puede ocurrir. Tal proceso violaría la segunda ley. Se dice que la segunda ley es la "flecha del tiempo".

Ahora aterrizo.

Entonces, tomo el universo a gran escala. El número de estados posibles aumenta. El universo se decide por uno. Pero... ¿y qué pasa si el estado que el universo decide no es el que yo quiero?

Cagué no más po. Perdí peor que en la guerra; no puedo luchar contra la segunda ley.

El libre albedrío de las personas es algo que no tomé en cuenta. Sin embargo, las personas viven en este universo y funcionan de acuerdo con las leyes de la termodinámica. Entonces, también las cuento entre las que otorgan estados posibles.

¿Cuál es la probabilidad de que mañana salga de mi casa, me caiga un objeto contundente (mejor ni pensar en un avión...) y me mate? Probablemente sea la misma de que me encuentre una billetera llena de dinero, o de que Vanessa Noé se enamore de mí.

Hacer proyectos grandes toma trabajo. Uno puede pasarse mucho tiempo planificando... ¿Cuál es la probabilidad de que absolutamente NADIE, que requeteninguno de los involucrados haga algo que uno no quiere, es decir, que salga todo ideal/perfecto? La segunda ley no lo prohíbe, sin embargo, requiere que se den muchas circunstancias que de por sí tienen baja probabilidad, con lo que la probabilidad disminuye más.

Lo que es peor. La segunda ley nos dice que la entropía aumenta, y con ella, el número de estados posibles... de todos los sistemas y entornos que nos imaginemos. Qué es el sistema y qué el entorno es una cuestión puramente potestativa. Entonces, cada vez es más difícil que todo salga "perfecto". Thou shalt not leave everyone happy.

Esto no es una apología al fracaso. Es, simplemente, lo que hay. Lo mejor es que lo enfrentemos de la mejor manera posible, asumiendo que esto es algo con lo que hay que contar, asumir que hay cosas que escapan a la voluntad de uno, y planear siempre rutas alternativas por si algo, o más de algo, falla. O bien diseñar las cosas de modo de reducir las posibilidades de fallo. La termodinámica, pues, de alguna forma, valida el principio de Murphy.

¿No te gustó este post? Lamento contrariarte: vez que intento ser una persona normal, que disfruta del alcohol, del carrete, del baile y de los círculos sociales, me topo con la segunda ley: simplemente no me resulta. Ser ñoño, sí.

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