Escribiré un post inspirado en uno que escribí en el blog en inglés. Me da lata ahora actualizar el blog en inglés, sobre todo porque ahora que tengo mi futuro para los próximos 5 años relativamente decidido, quiero aprovechar de hablar en castellano. Más adelante, tendré pocas oportunidades de hacerlo; ya es suficiente que en mi laptop todo el software está en inglés.
Puta que es lindo recordar... Desde que estaba en la media que me invade la melancolía.
La noche, las estrellas y el universo. Desde que era chico, no había nada que me llamara más la atención que los planetas y el Sistema Solar. En particular, uno que ha sido casi mi obsesión... Que está siendo estudiado mejor que nunca desde que la misión Cassini-Huygens llegara a su destino. Oh sí. Saturno. El mismo del título de este blog. Es tan lindo que me hace identificarme con él. No puedo explicar bien por qué, es una sensación que se apodera de mí.
Esa también la razón por la cual este blog (igual que todas mis páginas) es negro en letras blancas. Quería que recordara la noche, y el espacio profundo.
También me estremecía la carrera espacial. Neil Armstrong (como siempre, me gusta más el artículo en inglés) era mi ídolo. A pesar de que los detalles más en específico de la carrera espacial no los vine a saber sino hasta mucho después...
Y lo que explicaba en el otro blog, esa noche de verano de 1999. En aquel entonces no cachaba nada de constelaciones, y era la época en que estaba obnubilado por la música, en parte gracias a un viejo amigo con el que soñábamos con ser los nuevos Lennon y McCartney. Estábamos de vacaciones, de "gira de estudios" (qué término más cínico), con lo que era el 2ºH 1998. Era la última vez que íbamos a estar todos juntos como curso, y al final no fueron todos. Habría sido divertido ver a Roberto Mallea cocido.
Estaba en Licán Ray con Germán Barahona, a orillas del Lago Calafquén, discutiendo de las obras que íbamos a escribir, y de cómo nos inspiraban estas experiencias. Pero el Universo simplemente estaba ahí, y ganó. Por un momento, volví a ser niño.
Me llamaba la atención el número de estrellas. Eran tantas, y por fin, por una vez en la vida, estábamos en un descampado. Tenía toda la semiesfera celeste ante mí, y la contaminación lumínica era despreciable. Siempre esta perspectiva me ha producido una sensación... que me cuesta describir. Me da como miedo, es como una mina que me gusta y no me pesca. Como Catalina (¿qué será de ella?). Es la única manera que tengo para describirlo... La cabeza se me abomba, los nervios se apoderan de mis hombros y de los músculos de mi cuello. Fue tan estremecedor, que no pude tenerme en pie, y tuve que tirarme al suelo. Afortunadamente, estábamos en una playa, y no había nada más bakán que poder tirarse al suelo. Y me quedé tirado, mirando la inmensa bóveda celeste.
Es suficientemente majestuoso contemplar el cielo de día. Pero de noche...
Ay de mí... Por una vez, me sentí parte del universo. En cualquier momento me iba a caer hacia el universo, la Tierra iba a dejar de atraerme, y emprendería viaje hacia los confines de la galaxia. Lástima que probablemente me hubiera perdido, porque no conocía el universo. Me sentí un punto en el espacio, infinitamente pequeño en la vastedad del Cosmos. Tuve una idea de las dimensiones del Sistema Solar, y de cómo la mayor parte del universo es simplemente espacio vacío, las enormes distancias que hay que recorrer para encontrar algo interesante... Unidades astronómicas, años-luz, pársecs...
Y el universo, las estrellas, la noche, el cielo...
Por una vez, esa mujer que me había esquivado, me abrió sus brazos, me besó y me llevó a la cama, ahí, en esa playa. Sin preguntas, ni tampoco tener mucha experiencia, ni poder valorarla como debería. Sería una de las pocas veces que podría disfrutar de un encuentro cercano con la inmensidad del Universo.
Después (2004) escribiría una Canción de las Estrellas. Pronto la podréis oír.
En Santiago hay que darse con una piedra en el pecho cada vez que se ven todas las estrellas de Escorpión y Sagitario, lo cual sucede sólo inmediatamente después que ha llovido, y eso rara vez se da de noche. Y aun así, hay tanta contaminación lumínica, que ni soñar en ver alguna de las nubes magallánicas, mucho menos la estrella polar austral (sigma del Octante). Hay días en que ni siquiera se ve Antares, o apenas si se distinguen Alfa y Beta del Centauro, y sólo se ven Alfa, Beta y Gamma de la Cruz del Sur. Y hay que hacer mucho esfuerzo para verlas.
Ahora, si estuviera en esa situación, como la del verano de 1999, estaría tratando de identificar las estrellas y constelaciones que conozco, tratando de ubicar los planos de la Eclíptica, el ecuador celeste. Probablemente sacaría mi laptop, y me ayudaría del Stellarium para cachar bien todo lo que veo.
Lamento tanto que mi familia no fuera todo lo instruida que hubiese deseado. No es culpa de ellos, por eso los quiero igual. Pero el mundo en el que viven mis tías y tíos, las personas que me criaron, es muy pequeño. Además, estaban acostumbrados a que los niños deben vivir en el mismo mundillo fome y alejado de la luz del conocimiento. Podrían haberme sacado más partido, y yo tampoco conocía mucho en aquel entonces. Muchas veces siento que todos han vivido tantas cosas más que yo, que todos saben más que yo. Yo poh, el mateo del curso, el que se las sabe todas... Y siento que hay tantas cosas de las que no sé nada. Por eso me carga cuando hay gente que aparenta sabérselas todas, y habla, y habla, y de repente dice cosas que tienen poco sentido práctico, o que son derechamente falsas, pero no faltan los giles que compran. Me molesta, porque parece que supieran más que yo.
Puede ser que esté mal lo que voy a decir, que suene a alardeo, pero la diferencia es que yo estoy dispuesto a aceptar que estoy equivocado. Me molesta la gente que trata de imponer sus puntos de vista, que es dueña de la verdad. Cuando opino o me gusta algo, prefiero señalar que me gusta, o no me gusta, que opino de tal o cual forma, a decir que algo ES tal o cual. Porque pueden haber consensos, pero jamás quedan todos 100% de acuerdo. Thou shalt not leave everyone happy.
Mis hijos no serán como yo. Desde pequeños les enseñaré lo que sé, y sobre todo, que no hay una sola verdad, que no deben quedarse con lo primero que les dicen, que crean en ellos mismos. Aprenderán muchas cosas, y tendrán experiencias interesantes y valiosas para su niñez.
¿Estaría celosa, la bóveda celeste, de que la dejé por la computación cuando era chico?
Qué manera de hablar huevadas... Pero es lindo recordar, pasarse rollos, y más lindo todavía, compartir esas cosas.