El año pasado escribí un posteo en este mismo blog donde hacía un balance preliminar, con todas las cosas que perdía y ganaba al venirme a Canadá. Ahora, que llevo casi 10 meses viviendo acá, y falta ya muy poco para que vaya a visitar a mi familia, me pareció interesante hacer el ejercicio de revisar lo que escribí, y contrastar las expectativas que tenía en aquel entonces, con la realidad que he vivido. Como siempre, la teoría versus el experimento. Aquí vamos.
Primero, los flaytes escuchando reguetón en el metro. En toda mi estadía en Canadá, he escuchado reguetón un total de dos veces. Good riddance.
Segundo, el Transantiago. El Transit Windsor funciona bien para tener en cuenta que Windsor es una ciudad pequeña. Cumple horarios, pero es algo lento, la frecuencia de los buses no es todo lo que me gustaría, y hay partes a las que simplemente no llega. Es que aquí todo el mundo tiene auto. Menos yo. Hmmm…
Tercero, las calles llenas de basura, que acá en Canadá no existen. Eso solía ser verdad hasta que a los infames municipales se les ocurrió botarse a huelga. Ya llevan más de un mes, y los pastos están sin cortar, y en las veredas se están acumulando las bolsas. Y el sindicato no tiene mucha pinta de arreglarse con el alcalde. Ay de ti Eddie Francis… En fin, más tarde o más temprano, el camión de la basura volverá a pasar.
Cuarto, los graffiti en las paredes, artistas callejeros, lanzas, el smog de Santiago… Good riddance. Yo me quejaba también del humo de tabaco en casa, pero mi viejo se enfermó, los dos papis se asustaron y ¡paf! dejaron de fumar. Yo me tenía que ir para que el milagro pasara. Linda la custión.
Ahora, las cosas que iba a perder. La familia, los amigos, los conocidos. Hmm, con mis padres hablo todos los días vía Skype. Con los amigos más fieles de Chile chateo vía Messenger. Se les echa de menos, pero no es para tanto. Por otro lado, pasó algo que era como previsible, pero yo no lo tenía en mis proyecciones. Mi ausencia ha significado que todo el cariño que mi mamá me dedicaba a mí, no le queda otra que dedicárselo a mi viejo. Ídem de mi papá hacia mí. Resultado, mis queridos papis se han reencontrado, ahora que volé del nido. Por lo que me contaban mis tías. Con ellas también videochateo semanalmente vía Skype.
A la cómoda cama… sí, la he echado de menos. Los libros… Bueno, ni tanto; tengo libros en PDF y DjVu en el laptop, en el laboratorio hay caleeeeeta de libros de ciencia, casi todo lo que necesito.
Las ricas comidas de los viejos… Sí, sí, las echo de menos. A falta de mis viejos que me cocinen, mi compadre el Pepe se puso en campaña para enseñarme a cocinar. Pasamos de una cocina netamente de supervivencia (arroz, fideos) a pescado al vapor, y pollo al jugo. No me muero de hambre. Gracias querido comparrito Pepiño, no lo olvidaré.
El idioma castellano ni tanto, porque en el segundo semestre de aquí llegaron dos chilenos, a saber mis cumpas Pepe y Pablo que me han provisto del idioma chileno que me hacía falta.
Dije también “los programas que me gustan de la televisión chilena”. La verdad sea dicha, ya ni me acuerdo cuáles eran. Es lo que hay. Es que la tele canadiense satisface todas mis necesidades de televisión. Es muy superior. Descubrí el hockey de hielo y el fútbol americano y canadiense.
También hablé del cielo nocturno en Chile; la Cruz del Sur, el Centauro, la Argonave. A falta de ellas, buenas son la Osa Mayor, la Osa Menor (con la Estrella del Norte que efectivamente señala el Norte), el Cisne, el Dragón. La Cordillera de los Andes… Más de alguna vez la he buscado en vano cerca del horizonte. Al Pablo le ha pasado lo mismo. Al Pepe no, porque él no es de Santiago. El 18 de septiembre, Navidad y Año Nuevo. Grrrr… Sí, me han hecho falta. Las fiestas acá en Norteamérica no han tenido el dulce sabor que solían tener en Chile. Ahí, sobre todo, me ha hecho falta la familia.
La ganancia de nuevos contactos no ha sido tan notable como hubiera esperado. Ha sido bonito, eso sí, salir a tomar cervezas o jugar a la pelota con la gente del laboratorio, Nik, Golam, Pablo y Pepe, y los muchachos que pasaron por el laboratorio el año académico 2008-2009, Artur, Adam y Anna. Y también los españoles que estuvieron de visita, Pablo y Silvia.
La independencia de los papis ha sido algo completamente diferente. La libertad completa ha sido una experiencia completamente nueva y muchas veces desconcertante. A veces se me ha hecho difícil tomar decisiones. Todo el mundo anhela la libertad, sobre todo para divertirse, pero cuando las opciones que uno tiene son demasiadas, y el presupuesto es limitado, y sobre todo que quiero ahorrar, no es tan fácil. Mucha libertad, pero a muchos se les olvida que la libertad está íntimamente ligada a la responsabilidad. Cómo equilibro el estudiar, leer, o dedicarme a las ñoñerías que tanto me gustan, con hacer actividades más sociales. He hecho algo más, he salido algo más de la casa, pero siguen no gustándome las fiestas. Sorry.
Siiii, me mamé la quinta temporada de House enterita, viendo capítulo por capítulo el día y hora de su estreno. También descubrí una serie canadiense, Being Erica.
Hablé luego del invierno canadiense. No recuerdo, de la vez anterior que vine a Windsor, ese viento maricón que te hace sentir más frío del que realmente hace. Hubo un día en que salí de la casa al laboratorio con la friolera de -24°C. Súmenle el efecto del viento. Aún recuerdo a Rob Shervill, el locutor de la radio CKLW, anunciando “minus twenty four degrees in Windsor-Essex”, poniéndole color. ¡Flauta! Cómo lo hice… Bueno, las botas, calzoncillos largos, parka y pasamontañas aguantaron bastante bien en la caminata por la calle (10 min aprox) hasta que iba llegando al CAW Student Centre. Por ahí me empezó a atacar el frío por el agujero de los ojos en el pasamontañas, por la nuca y por la entrada de los guantes. Ya no me podía echar más ropa o tratar de ajustar la que ya tenía; todo estaba lo mejor que podía estar. Sólo quedaba una cosa por hacer: apretar cachete hasta llegar al edificio calefaccionado.
Y a propósito, yo cacho que en Chile voy a echar de menos el programa matinal The Morning Drive de la radio mencionada, con los simpáticos animadores Mike Kakuk y Lisa Williams, y las noticias cada media hora. Pasé del fome despertador a una radio reloj. Y me acostumbré a la radio reloj por la mañana.
Llegando a Windsor tuve que comprar: detergente para lavar mi ropa, una plancha y una tabla de planchar. Y aprender a planchar camisas. También he progresado en la cocina. Yo le tenía miedo al cuchillo cocinero, pero he aprendido que es como el nitrógeno líquido: es como un tercio de lo peligroso que parece. El otro día me sorprendí de ser capaz, solito, de picar pimentón en cubitos. O ayer, de agarrar las presas del pescado, tirarlas y sacarlas del sartén. Mis próximos proyectos son: comprar una bicicleta, y aprender a andar (no, nunca aprendí de chico. Sí, me da vergüenza, pero está en mi agenda ponerle remedio pronto a esa situación).
Conocí a una chiquilla y no funcionó. No nos comprendimos. Sigo participando.
Corregir informes quita mucho tiempo, y puede llegar a ser bien fome. Pero es rico estar a cargo de un laboratorio. Fue muy raro hacer la misma rutina de los laboratorios, lo mismo pero todo en inglés.
Y otra cosa, que me pilló de sorpresa en echar de menos es la idiosincrasia nacional. El humor gringo no es igual; los lugares comunes en las conversaciones son distintos; he echado mucho de menos el inconsciente colectivo de Chile.
En lo científico, ahora sí que aprendí bien a manejar el microscopio de fuerza atómica. También aprendí cómo funcionaba la campana de vacío, con todos sus principios. Y aprendí más mañas del Raman. También aprendí a manejar Gaussian.
Aún no sé si quedarme en Canadá e inmigrar, o volver a Chile. Nada me amarra a ningún lado, y las últimas semanas ese pensamiento me ha abrumado. Mucha libertad incomoda. Sólo me queda darle más tiempo al tiempo y ahí tomaré las decisiones correspondientes. Pero no me gusta saber que el futuro de aquí a unos años, sea una perfecta nebulosa. Por ahora, como le comentaba a mis viejos, estoy con los ojos abiertos frente a las oportunidades que se me presenten, y si se me presenta alguna, haré lo que he hecho siempre, o sea, sacarle el máximo de partido.